Los suecos no entienden la película en la que protagonizan

Para los suecos que se despiertan una mañana en la que ya no se pueden proyectar películas judías en Malmö: no se sorprendan cuando descubran que el antisemitismo es solo el tráiler.

Por Anat Vidor*

Estas palabras están escritas solo unas horas antes de mi partida a Suecia, para la conferencia de WIZO Europa y la celebración de los 100 años de WIZO Suecia. El ambiente festivo que acompaña mi viaje se ve ensombrecido por una profunda inquietud al ver un país que alguna vez simbolizó la belleza, la excelencia y el progreso.

Un festival de cine que no fue

Los titulares de hoy cuentan una historia preocupante: un festival de cine judío previsto en Malmö para conmemorar los 250 años de vida judía en Suecia ha sido cancelado, porque ningún cine estaba dispuesto a acogerlo. En Malmö se ha vuelto peligroso proyectar una película judía.

Como de costumbre, las reacciones oficiales expresaron una preocupación verbal moderada y poco más.

«El hecho de que los organizadores crean que no pueden celebrar el evento es una tragedia para la sociedad», afirmó con cautela el ministro de Cultura. El líder del Partido Liberal añadió: «Aquellos que alaban el terrorismo y persiguen a los judíos no tienen cabida en nuestro país». Así suena una reconfortante declaración sueca: general, teórica y ambigua.

¿El mismo país que pidió sanciones a Israel?

«¡Pero espere!», me dije a mí misma mientras leía el informe, «¿no es esta la misma Suecia cuyo primer ministro, hace apenas dos meses, exigió un boicot a Israel o, al menos, sanciones económicas contra él?».

Y me vino otro recuerdo: ¿no fue el propio Reino de Suecia el que decidió celebrar el Festival de Eurovisión de 2024 en esa ciudad tan antisemita, plenamente consciente de lo que simbolizaba, y permitió que el evento musical fuera acompañado de violentos disturbios pro-Hamás bajo el lema “Intifada”?

¿Y no fue la misma Suecia donde más de mil artistas destacados firmaron una petición exigiendo la expulsión de Israel de Eurovisión, alegando la “brutal guerra en Gaza”? ¿El mismo gobierno que se mantuvo en silencio ante una campaña local para excluir a los judíos de la competición?

Y esta vez, ni una palabra sobre Greta.

El antisemitismo no es solo el problema: es el síntoma

Ese es usted, ¿no? ¡Suecia, Suecia! ¿Qué esperaban? El odio a Israel y el odio a los judíos son lo mismo, y el ambiente de terror en Malmö contra todo lo que se sospecha que es sionista, ustedes lo alimentaron y lo fomentaron o, en el mejor de los casos, hicieron la vista gorda.

Y esto es solo el tráiler de la película real que está por venir, porque el antisemitismo no es solo el problema, sino también el síntoma de una amenaza existencial inminente para los valores occidentales.

Cuando el silencio es complicidad

Hay gente buena y decente en Suecia, muchos de ellos partidarios de Israel y opositores al terrorismo. Hay suecos de buen corazón que no ven ningún problema en que el nombre más común entre los niños suecos hoy en día sea “Mohammed”. Y me preocupan.

Porque las naciones cultas y agradables como la sueca tienden a no defenderse, hasta que ya es demasiado tarde.

«Cuando vinieron a por los judíos, no hice nada», dice la famosa parábola.

«Cuando vinieron a por los disidentes, no hice nada.

Cuando vinieron a por las personas LGBTQ, no hice nada.

Cuando vinieron a por los ancianos y los discapacitados, no hice nada.

Y cuando vinieron a por mí, ya no quedaba nadie para luchar a mi lado».

Una celebración con sentimientos encontrados

Escribo estas palabras mientras me preparo para partir hacia Estocolmo, donde se celebra una reunión festiva de WIZO. Junto con la emoción y la ilusión de reunirme con mis amigos, este año también siento una profunda preocupación.

Porque en un país donde se queman libros, pronto también se quemará a las personas.

Y en un estado donde no se puede celebrar un festival de cine judío, ¿quién puede decir si, dentro de cinco o diez años, todavía se podrá celebrar allí una conferencia de WIZO?

*Anat Vidor, Presidente de WIZO Mundial